Del libro "La noche dibuja sombras"
I
¡Hay que nos llama la fronda!
con
su murmullo silente,
con
sombras y haces de luces,
con
su agüita transparente.
Allí
no hay tiempo que acabe,
allí
no hay tiempo que empiece.
Por
el medio de la fronda
una
vereda se mete
donde
muy de tarde, en tarde,
entre
dimes y diretes
se
cuelan los corazones
de
jóvenes mozalbetes,
y
llegando a un ancho claro
en
donde vive la sierpe
por
querer saber preguntan
¿qué, qué es eso de la muerte?
La
sierpe en su silabar
verídico
canto asiente
y
comenzando a cantar
se
dirige a los presentes.
Sola
la muerte es la muerte
y
nunca otra cosa que es,
que
siendo lo que es no cabe
que
otra cosa pueda ser.
-Pues la muerte inmortal es-
Y
no pudiendo que sea
otra
que pudiera ser,
sola
la muerte es la muerte
y
nunca otra cosa que es.
Y
así llorando los sauces,
con
gotas de primavera,
van
tintineando en el aire
y
penetrando en la tierra.
Y
el sol fundido al ocaso
deja
lucir las estrellas,
la
luna mira en lo alto
salir
figurillas nuevas.
II
Mira, el sol
tiene sed
y al fondo del
mar
ha bajado a
beber, niña.
Tus ojos al cielo han subido
para no perderlo
a él,
que oculto para
mis ojos,
resplandece en
los tuyos,
del cielo
colgados.
Tu faz de luna
llena
los sigue a su
lado
y yo desde aquí
os contemplo
importándome el
mundo un pimiento
y aquí no hay
futuro,
tampoco pasado
y estoy a tu
lado,
tiritando de
amor
o de lo que sea.
Y así me parece
que siempre he
estado
y nada ha
pasado, niña,
siempre hemos
estado
aquí a tu lado.
Del fondo del
mar
ha sorbido
colores
que lanza hacia
el cielo
y pinta en el
aire
desvelados
anhelos.
¡Oh, tarde
apacible y llena!
Callaos ruidos,
negocios del
Hombre apartaos,
dejadme ver a mi
niña,
esos dos luceros
del cielo colgados,
esa faz de luna
sonriente,
ese rojo
encendido allá en el poniente,
en donde se
enciende el mar
y sube hasta el
cielo
la gran
llamarada,
corales y algas
reflejan las nubes,
cantos de ninfas
me traen los vientos,
olores a mar
salada,
olores a mar
abierto,
mi niña juega
en la orilla
yo río corazón
a dentro.
¡Oh mar, que
tanto ocultabas
has pasado tanto
tiempo callada
y yo pobre
poeta, desesperaba!
Pero hoy has
hablado,
has brillado en
tu atardecer
y el mundo
todito,
ha brillado
contigo
y tú, mi niña
del alma has jugado,
has jugado.
Te he visto
brincando en las olas,
subiendo hasta
el cielo más alto,
cayendo en
cascada hacia el mar,
cogiendo conchas
en la orilla,
entonando
agradable cantar,
mi niña, tanto
tiempo escondida,
tanto tiempo
callada.
¡Qué ciego yo
estaba al no verte!
¡Qué muerto
debía de estar!
Para siempre yo
ahí me he quedado,
para siempre tú,
sonriendo al sol,
para siempre la
luna colgada,
para siempre,
dos luceros mirando;
para siempre tu
canto en el aire,
para siempre tu
arrullo en el mar,
para siempre
besos, caricias, miradas,
para siempre
amor, para siempre hay.
III
La noche dibuja
sombras
sobre la arena
en la playa,
tengo miedo, no
respondas,
a mi creciente
mirada.
Esta noche hay
tanta bulla
sobre la arena
mojada,
salen cuerpos
reluciendo,
destellos
llevan las caras.
Destellos que se
han de ver
bajo esta luna
tan clara,
el va mirándola
a ella,
ella no oculta
su cara,
los dos sienten
en el aire
un sentimiento
que embarga,
amores que andan
perdidos
se encuentran de
madrugada.
¡ Hay si la
luna supiera !
bajo su manto
quien ama,
celosa
se escondería,
volviéndonos la
mañana.
La luna pende en
la noche
volviendo la
noche clara,
las estrellas de
los cielos
iluminan hoy tu
cara.
IV
¡ Hay luna, mi
luna luna !
que te quedas
hasta el alba,
si mis amores se
fueran
me moriría
mañana.
La luna baila
conmigo
maravillada esta
danza,
yo me giro, ella
responde,
ocultando su
mirada.
Venus, lucero
encendido
que alumbras a
la mañana,
donde estabas
esta noche,
yo te buscaba y
buscaba.
Venus con Marte
se juntan
en el espejo del
agua,
yo beso a mi
amor profundo,
va naciendo la
mañana.
Noche de
estrellas errantes,
de luna grande
en tu cara,
de labios recién
mojados,
rocío de la
mañana.
Las estrellas en
los cielos
me arrebatan tu
compaña,
yo me pierdo
entre dos mundos,
se
presiente la mañana.
V
En este florido
jardín
donde danzan
tantas flores,
unas desprenden
olores,
otras, solo sus
colores.
Bailan pétalos
al aire,
zumban las
abejas locas
y en los sueños
de las gentes,
mariposas,
mariposas...
VI
Te recuerdo
acacia
con tu tronco
hueco
mañanas de
lluvia
y yo en tu
agujero.
Tus hojas caídas
por el año
nuevo,
el viento que
canta
por entre tus
huesos.
¿ A dónde te
has ido ?
arbolito viejo
que mi niño
tienes
metido en tu
cuerpo.
¿ Dónde lo has
llevado ?
dímelo un
momento,
silencioso
estaba
a escuchar del
viento,
coplas que tañía
para sus
adentros.
Desde aquí lo
siento
yo arbolito
viejo,
el canto del
niño
lo siento muy
dentro.
Si yo soy el
mismo
que estoy en tu
hueco.
¿quién es el
que canta
por este
destierro ?
VII
¡ Hay quien me
diera
sol, solecito
en primavera !
¡ Hay quien me
ve
sol de febrero
contra la
pared !
Mañanita fría
correr de
febrero
tu eres la
mañana
y yo el
derrotero.
Si eres la
mañana
y yo el
derrotero
¿ quién es el
que anda
por este
sendero ?
Por este sendero
mañanita fría
anda esta mañana
correr de
febrero.
VIII
Es mediodía en
el aire
lo dice el sol
en el cielo,
por las calles
corretean
algarabía de
ensueños.
Suenan ecos de
gorjeos
y cantos de
niños nuevos,
contra las casas
embisten,
rebotan yendo
hacia el cielo.
IX
Hoy han llamado a la puerta
y por piedad me
han pedido,
de una moneda a
un millón,
con el gesto
compungido.
Yo le he dado
dos monedas
para evitarme
mas líos,
el se despide
con gracias,
yo me quedo
pensativo.
Mi almita se va
curando
por ese gesto
caritativo,
mi corazón bien
lo sabe
lo poco que vale
un guiño.
Hay si pudiera
decirle,
antaño los
pobres venían
por nuestra casa
cuando el frío,
mujeres con
niños colgados
de sus pechos
ateridos,
mi madre le daba
un buen caldo
y un sitio
frente al fuego encendido,
contaban allí
sus desgracias
rodeadas las dos
de los niños.
X
Yo sentado aquí
en la mesa
enfrente de la
ventana,
el cielo es
gris, en el aire
una gaviota se
nota,
una sirena se
siente,
un ruido de
motores,
una señora ahí
enfrente,
agua tiene la
botella,
incolora y
transparente.
Un reloj machaca
el tiempo
tic, tac que se
va el momento.
XI
Ahora que te he
conocido
hasta el aire y
el brillo
del sol y la
luna
me han parecido
caricias
universales
que ha soltado
algún chiquillo
Míralos ahora al pasar
la gente es un
sonreír,
reflejo del niño
aquel
que un día
vimos vivir.
Ha burlado los
coches
y los edificios,
ha sobrevivido
a los ideales,
que el hombre
hizo.
XII
Son orejas del
mar,
me dijiste un
día,
y en tus manos
abiertas
plateaban, de
lindo nácar
brillaban.
Y
ahora pasa tu mirada
como
un río que no acaba.
XIII
Ya las nubes
lentamente,
entre grises
y amarillos,
van cercando
poco a poco
al círculo
azul del cielo,
van dibujando en
el aire
espectros de
lo que fueron
y luego borran
sus formas
para fundirse
en un sueño.
Las hay que
fueron del mar
y como en la
mar pudieron
sin fronteras,
ni barreras
recorrer el
ancho cielo.
También de los
ríos subieron
y de los
valles amenos,
de charcas y los
deshielos
se van
juntando en el cielo.
Oh !
vosotras quién ahora
coronáis el
ancho cielo :
negras nubes que
borrasteis
tantas formas
de desvelos,
arrojad sobre la
tierra
sobre estos
campos tan yermos
vuestras aguas
ensoñadas
para que viva
lo bueno.
Y encayendo por el aire
lleve escrito
en sus adentros
coplas que al
estrepitarse
digan de los
sentimientos.
Para que siempre
la misma y otra
taña
las cuerdas del viento,
para que cante
quien sabe
en uno y otro
momento,
distinguir de
las mentiras
verdades que
dice el viento.
XIV
Recuerdas niño
los pechos
donde enganchado
bebías,
de néctares y
ambrosías
todo tu ser
recorrías.
¡Ah, cuán
bueno era aquel bien!
De males aún no
sabías,
sin fin eran tus
querencias
y las vidas no
vividas.
Luego vino aquel
mandón
a delimitar la
vida.
Fue entonces
cuando empezaba,
ésta ya tan
ordenada,
historia que el
hombre aquel
para ser
necesitaba.
Allí nacía la
muerte
de la vida
verdadera,
-no vivida, no
sabida-
donde aún de
cuando en cuando
un recuerdo allí
me lleva.
¡Oh, quién
pudiera romper
esta prisión de
condena
que el hombre al
pueblo le impuso
fruto de la fe
tan ciega!
Tu sabedor de la
muerte,
que bien
traducida es futuro,
contéstame si
te pregunto
y no te pongas
tan rudo.
Ya en ocasiones
dijiste
atronándome el
sentido,
yo soy quien
hace la vida
discurrir por
este río,
que desemboca en
la muerte
de tu ser, donde
yo vivo.
Yo me negué a
obedecerte
y hablé como
habla un chiquillo.
Si tu vives en
mi muerte
donde desemboca
el río,
yo muriéndome
estoy siempre
y en el agua es
donde vivo,
agua que nunca
se muere
y que moverse es
su sino,
pues agua
seguiré siendo
aunque
desemboque el río.
Agua soy en la
ancha mar,
agua en las
nubes subido,
agua en las
gotas de lluvia,
agua en hielo
convertido,
agua soy del
manantial
que baja
brincando al río,
siempre llegando
y pasando
y siempre en el
mismo sitio.
XV
Ya las rosas de
los saucos,
tan prematuras,
sobre lo verde
aparecen
de este abril
que no lo es.
¿Cómo harán
para llegar a junio?
¿Cómo
adornarán las fuentes
en la noche de
San Juan?
¿Cómo harán,
cómo cumplirán
los sueños de
las mozas
que ven en la
hoguera saltar
sus amores de
uno en uno?
¿Cómo harán?
El sol se oculta
bailando,
rojo, tras las
montañas,
por encima van
saltando
los mozos sobre
las llamas.
Ellos le piden
al sol
y a las llamas
que se apagan
que le apaguen
los calores
que arden en sus
entrañas.
¿Cómo harán?
¿Cómo el aire
endulzarán?
XVI
Ven otra vez
más, expresión del alma desnuda,
sentimiento
incontrolable de la pasión pura,
en donde vive la
vida, hace tiempo perdida,
de aquel que
salió del bosque, por querer saber.
Ven otra vez,
carne de mi carne, vida de mi vida,
¿y dime ? de
una vez por todas ¿ quién te retiene ?
¿ quién ?
impide que te muestres, gracia de la vida,
¿ y quién ?
dime tu también, te llama y acaso puede,
por laberintos
inextricables, sentir tu alma.
Acaso sea yo el
mismo,
sentimiento
y voz que clama,
en este tiempo
sin fin y,
es
el eco que se alarga,
por eso
muriéndome estoy,
cada
instante que se ensancha
y, viviendo voy
también,
mientras
el camino se anda.
Pero también
prisionero,
soy
de una red que me atrapa,
impidiéndome
expandirme,
fijándome
así me mata,
aunque
escurriéndome yo voy
lentamente,
entre sus mallas,
fluyendo hacia
lo imposible
ausente,
de aquí me evada.
Amor que eres tu
conmigo,
sentimiento
y voz que clama,
donde muere lo
sabido
y
lo viviendo amenaza
con querer saber
que pasa.
XVII
Ya la blanca
luna nos muestra su danza,
con coros de
grillos y de un sapo flauta,
que escondido en
la hierva, barítono canta,
ya reina en la
noche y se ocultan estrellas,
pero una, su
amante, de cerca le presta
los ojos de
brillo para la gran fiesta.
¿Con quién
bailas luna? Di, ¿quién te corteja?
Blanca luna es
callada y no me contesta.
La luna
sonriente con su plena-luna
inunda las
sombras de la noche oscura,
brillando en tu
cara su color de nácar,
a todos invita a
volver a la cuna.
La tierra nos
mece, los coros nos cantan
y, aquel sapo
flauta, barítono encanta.
¿Quién te ha
regalado a ti tanta riqueza
que sembrando
llevas en la noche eterna?
que no hay más
dinero que a ti se parezca,
ni amores más
hondos que gozos nos dejas.
Oh! Pálida luna
que siembras belleza
y niños nos
vuelves de esta noche eterna,
en donde lo
bueno infinito es riqueza
y, ya por tu
noche de grande alegría,
los niños y
gentes revuélcanse en risa
y, allá en la
caída de la noche nueva,
torrentes de
estrellas la mar se las lleva,
que viene
emergiendo lucero del alba,
para enamorarse
de tu blanca cara.
Oh! Mi luna
llena de la faz de nácar,
Oh! Noche de
gozo de mis almas blancas,
deja que me
quede para siempre en ambas,
que la gente
viva sintiendo añoranza,
de aquello
perdido que no es esperanza,
sino que es
recuerdo de la misma danza,
que bailó la
luna en su primera andanza.
XVIII
Este sol tan
querido antaño,
este viento que
también lo fue,
esta agua que
regó la tierra
refrescó mi
boca y alivió mi sed.
Estas noches
misteriosas,
estas estrellas
del cielo,
esta luna que me
alumbra,
este
indescriptible anhelo.
Este sofoco
asfixiante,
este morir de la
vida,
este terror en
la gente,
este perder la
alegría.
Este saber del
pasado,
este esperar del
futuro,
este insaciado
vacío,
este bostezo de
hastío.
XIX
Y cayó la noche
envolviendo la villa
Y un sinfín de
sombras recobran la vida
Y las nubes
tapan a la blanca luna
Y grande el
silencio razonar se oía.
Y la luna sale
corriendo entre nubes
Y miró tu face
que es la vera mía
Y encendió las
luces que en sueños dormían
Y brillaron
juntas en la noche fría.
Y ahí de los
saucos como estrellas brillan
Y mismo parecen
luciérnagas vivas
Y son los
reflejos de la luz del día
Y es noche de
estrellas y la luna mira.
Y puede ser
cierto y no todo es mentira
Y siendo la
noche no puede ser día.
XX
Tristeza me das
al pensar en ti niña,
que desbordan
las fuentes de los ojos míos,
arroyos de
lágrimas cubren mi faz
y camino solo
más muerto que vivo.
Pues como ello
fuere casi han conseguido
que nuestras
querencias caigan al olvido
y aquel que
añoramos como amor perdido
por otro ideal
lo han sustituido.
Pero tu no temas
corazón partido
que nunca se
muere lo que se ha vivido,
acaso en el
tiempo se encuentre escondido,
para que otros
lo hallen y puedan decirlo.
Decirlo es
hacerlo y sentirlo es vivirlo
y en cualquier
momento del tiempo infinito,
por juegos de
niños del azar bendito,
logremos
hallarlo cambiado de sitio,
renovado siempre
para ser el mismo.
Si tu eres ahora
el amor sometido,
por leyes y
cuentas se te ha reducido,
a ser mero
ejemplo de aquel amor vivo,
entonces ya no
eres aquello que digo,
donde tu y yo
nos habíamos perdido.
XXI
Tus ojos son
fuentes donde nace el río,
orlado de matas,
floreciendo lirios,
donde jadeantes
abrevan los niños,
cuando en
primavera van por ti perdidos.
Tus labios
carnosos palpitan suspiros
para que
despierten los que están dormidos,
tocando a
arrebato llama a los sentidos,
en donde reviven
amores perdidos.
Tu cuerpo
quebradas con riscos altivos,
donde se
despeñan los amores míos,
cayendo a tus
pies, sollozando ateridos,
porque yo no
vivo si no estoy contigo.
Tus manos
palomas trayendo el olivo,
anunciando
tierra, mundo sumergido,
que en valle de
lágrimas hemos caído,
pues lloran los
hombres por lo que han perdido.
Tus piernas
columnas que se han erigido,
soporte del
mundo donde yo camino,
trepando por
ellas voy loco perdido,
aturdido y ciego
entre mil gemidos.
Tus pechos
floridos de néctar de olvido,
en donde los
hombres se dan redimido,
volviendo a la
vida con forma de niño,
para de una vez
y todas lo digo,
se pierdan los
males que lleva consigo.
XXII
Háblame blanca
paloma,
zuréame los
sentidos,
donde se pierden
los hombres,
viven los amores
míos.
Allí una vez en
el bosque,
debajo de
grandes robles,
los niños están
jugando,
a no ser nunca
mayores.
Yo ahora no sé
donde fue,
aunque quisiera
decirlo,
no había ricos
ni pobres,
todos éramos
distintos.
Corría una
brisa tenue
bajo la sombra
de estío,
trenzábamos los
cabellos,
candelas de oro
caído,
en limpias
noches de estrellas
sobre el
robledal perdido.
Allí brotaban
las risas
que los vientos
esparcían,
ecos de gran
alegría,
los pulsos del
bosque hacían.
Los niños van
descubriendo
gozos que
desconocían,
entre las
sombras se forman,
por haces de luz
que brillan,
vías lácteas
con los niños
para que sirvan
de guía.
XXXIII
¡Ya se han ido!
Los pájaros
del
nido,
que en esta
primavera,
se criaron en mi
casa.
Han abandonado
la
terraza,
en donde
tiritantes
de trinos,
dulces
llamaban
a los suspiros,
hay!
de los
pájaros del olvido.
Han volado
a
lo desconocido,
en donde yo
ya
no los distingo
de los otros
pájaros
del mismo
color,
comportamiento
y trino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario